Relaciones entre padres e hijos: la autoridad malentendida

«Autoridad» es una de las palabras que con el paso del tiempo ha adquirido un nuevo significado, muy distante del origen etimológico. Incluso, podría decirse que ha habido una cierta perversión en esta transformación semántica. Esta resignificación ha generado muchas consecuencias personales, sociales, culturales y de organización grupal en los tiempos actuales, algunas de ellas, en mi opinión, muy perjudiciales para el buen funcionamiento de la sociedad.

«Autoridad» deriva de la palabra latina autorictas, cuya raíz origen es augere, que significa aumentar, progresar, promover. Una persona que ejerza autoridad sería alguien que fomenta el progreso y la promoción de otras personas, proyectos, ideas o conceptos. Una palabra derivada de autorictas es «autor» que lleva asociado la creación de algo que va a fomentar el progreso. En general, todas las palabras o conceptos que derivan de autorictas y de la raíz augere tienen una connotación expansiva, de aumento, que favorece a todas las partes.

En los años 60 y 70, a raíz de los estudios sobre estilos educativos, aparece la conversión semántica del término «autoridad». Cambia de la expansividad positiva a la negatividad constrictora. El estilo autoritario se identifica con una disciplina rígida, severa, sancionadora y con un hipercontrol hacia los miembros de un grupo, bien sea la familia, bien una empresa o cualquier otra organización. Probablemente, en estas décadas la autoridad se empieza a asociar al poder abusivo, ya que la autoridad así era definida. De esta forma, cuando en la actualidad se habla de un liderazgo autoritario, hay un rechazo al mismo ya que se vincula al autoritarismo o abuso de la autoridad.

Las consecuencias actuales de este cambio semántico de la palabra autoridad se pueden percibir en muchos contextos. En la familia, el menosprecio o disminución de la autoridad de los padres se hace evidente con un incremento de la violencia filioparental en las últimas décadas, con datos en España que en algunos estudios como el de Jaureguizar et al. (2013) muestran conductas de violencia física de adolescentes a los padres del 10, 5% y de abuso psicológico en casi un 50% de los casos.  En el ámbito de la educación, el profesorado está sujeto a muchas críticas, a veces injustificadas, y, además, hay un aumento de las agresiones y conductas de acoso de los alumnos hacia el mismo, tal como señalan por ejemplo los informes anuales del defensor del profesor de ANPE, o estudios donde las conductas de violencia física y psicológica son parecidas o superiores en frecuencia a las que aparecen en el ámbito familiar.  

Parece que estamos en momentos cruciales en los que se están sedimentando cambios sociales. La tergiversación y la perversión de las palabras y de su significado son decisivas. En un estudio piloto que he llevado a cabo sobre las creencias y mitos de las relaciones con profesionales psicólogos y futuros profesionales de la educación, los primeros datos muestran algo curioso. Encuestando el grado de identificación en estas creencias he encontrado, entre otros hallazgos, esta curiosa estadística descriptiva con una muestra de 43 profesionales y estudiantes de Psicología y Educación Social y con un rango de edad entre 20 y 40 años:

Ítem.- Las relaciones entre padres e hijos deben basarse en el respeto a la autoridad de las figuras parentales. Nada identificado/a: 16,3%; poco identificado/a: 26’9%; medianamente identificado: 34,9 %; bastante identificado: 14%; muy identificado: 7%

Ítem.- Las relaciones familiares entre padres e hijos deben basarse en principios democráticos de participación y decisión. Nada identificado/a: 4,7 %; poco identificado/a: 9,3%; medianamente identificado: 16,3%; bastante identificado: 34,9%; muy identificado: 34,9%

Los datos iniciales de este estudio piloto, en mi opinión, parecen mostrar que la autoridad está mal vista o es malentendida, algo que es congruente con los tiempos que vivimos.  Por el contrario, la democracia o el estilo democrático es la nueva moda que debe regir entre los componentes de los grupos, incluso a pesar de que el conocimiento y grado de madurez de los miembros del colectivo sea muy diferente.

Aunque parece obvio, la democracia no es posible ni recomendable en todos los casos, tal como ocurre cuando existen personas que se hacen cargo de otras dependientes en un grupo. La familia no es un sistema de organización democrático, al igual que otros esquemas de organización grupal. A nadie se le ocurre pensar, por ejemplo, que las decisiones sobre las estrategias de juego en un equipo de baloncesto o de fútbol las toman los jugadores de forma democrática. A pesar de que los estilos educativos definidos como democráticos parecen los ideales, tal vez no se esté entendiendo bien este concepto y, al igual que con la autoridad, se esté también transformando su significado original. El gobernar de un pueblo (demos= pueblo; kratia=gobernar, procedentes del griego) no se puede aplicar a todos los grupos y, en ningún caso, a la familia.

Si eres un padre o una madre, ¿cómo te relacionas con tus hijos? ¿Cómo ejerces la autoridad? ¿Existe democracia en la familia a la hora de tomar decisiones?

El poder de lo pequeño

floresMuchas veces subestimamos el poder de las pequeñas cosas. Tal como se deja entrever en el libro oracular  «I Ching» o en la obra de filósofos como Confucio, en las cosas pequeñas de nuestro presente se halla la raíz de nuestro desarrollo personal, aun cuando parezcan insignificantes. Es fácil olvidarse de la práctica de nuestras virtudes en pequeños actos inadvertidos a los ojos de la mayoría de la gente, al igual que es fácil pasar por alto o consentir pequeños actos malvados, maliciosos o inadecuados en nuestro alrededor, aparentemente sin importancia. Las personas generalmente suelen responder más fácilmente en momentos de crisis, exigiendo cambios bruscos, tal vez cuando las raíces de las hierbas malas están muy profundas; y también suelen mostrar sus virtudes, cuando perciben que van a tener efectos extraordinarios. Aunque no sea llamativo, el dominio de  lo ordinario y de lo pequeño en nuestro día a día es fundamental para construir una vida saludable y un mundo respetuoso para todos. A nivel práctico, el dominio de lo pequeño implica lo siguiente:

1.- Cuida los pequeños y sutiles detalles en nuestra vida diaria tanto contigo mismo, como con los demás. Sé amable, respetuoso, bondadoso y cuidadoso en el día a día, y no desprecies nada, aunque parezca insignificante.
2.- Permanece atento a comportamientos inapropiados por parte de los demás y sé firme en el mantenimiento de tu criterio cuando ves injusticia o malicia a tu alrededor, aunque el perjuicio sea o parezca pequeño para ti y para los demás. No los dejes pasar por alto ni los consientas. Cuando consientes y pasas por alto tales actos, sientas las bases de tus relaciones con otras personas. En el inicio de las cosas se encuentra la semilla de tu vida abriéndose paso.
3.- Mantén la perspectiva y sé consciente de que lo pequeño hoy será más grande mañana, si lo dejas crecer. Al igual que la hierba mala puede destruir tu jardín, el acto malicioso o inapropiado repetido puede quebrar tus virtudes y fortalezas. De la misma forma que el abono y riego cuidadoso de tu jardín llevará a un buen fruto, el pequeño acto de virtud repetido llevará a la fortaleza y a un desarrollo mental virtuoso.

El poder curativo de la benevolencia

P1000805

A lo largo de nuestra vida nos encontramos con circunstancias ajenas a nosotros mismos, pero en la que estamos implicados por una u otra causa, y en la que otras personas muestran actitudes o comportamientos destructivos, con reproches y emociones negativas proyectadas hacia el exterior. Por ejemplo, cuando alguien nos pide que hagamos algo que no es justo o adecuado en una situación, puede generarnos molestias o incomodidades así como, según los casos, implicarnos en situaciones indeseadas. Cuando nos encontramos ante disparates vitales sin sentido, experimentamos una sensación de cierta amargura, pero que es transitoria si hemos desarrollado apropiadamente la benevolencia. La benevolencia, virtud ya descrita por Aristóteles, combina una actitud de condescendencia básica o elemental con las personas, presuponiendo que en el fondo hacen las cosas desde un sustrato positivo. De alguna forma, vendría a decir que, en principio, todas las personas tienen buena voluntad en lo que hacen. Sin embargo, y parafraseando a Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia”, cada persona al final está en un contexto que produce sus efectos en uno mismo. La benevolencia tiene gran poder para facilitar los cambios a las personas con las que uno se encuentra, incluso para los más rígidos y obstinados. Ser benevolente implica ser consciente de las potencialidades de otros, de sus contextos y entornos que les condicionan, además de permitirles expresarse y enfrentarse a sus propios sinsentidos de una forma amable y amistosa. Los psicólogos, psicoterapeutas y en general las profesiones de ayuda terapéutica requieren de una gran dosis de benevolencia. Escuchar, ver y sentir a las personas de forma benevolente es el mayor disolvente de bloqueos corporales-mentales, conflictos, automatismos y rigideces personales. Sentirse tratado de una forma genuina, reconociéndote y aceptando lo que eres con tus circunstancias, produce un efecto balsámico y de reconciliación con los propios miedos y tendencias hetero y autodestructivas que re(vives). Cuando alguien te trata reconociéndote sin dobleces, reconociendo de manera compasiva tus fricciones internas y esfuerzos internos por solventar tus incongruencias, lo está haciendo de forma terapéutica y curativa. Esto es la benevolencia, que no la complacencia. Es un espacio donde se rechaza lo inadecuado y destructivo, pero se permite la expresión de la fragilidad y de las fricciones internas que producen a veces disparates y comportamientos “disregulados”. La práctica de la benevolencia, además, es tan beneficiosa para el que la ejerce como para el que la recibe. Siendo benevolente con los demás, aprendes a ser benevolente contigo mismo y aprendes a ver y considerar a ti mismo y a los demás desde un enfoque más amistoso que te aporta tranquilidad, sosiego y reconciliación con tus incongruencias ocultas y puntos ciegos. Tras estas consideraciones: ¿Practicas la benevolencia? ¿Y eres complaciente, o por el contrario, muy intransigente con las fragilidades ajenas y propias? Busca el punto donde te encuentras y te animo a que compartas tus consideraciones desde la benevolencia.

De los sesgos y extremismos al poder equilibrado

fotos new york, canarias, lugo, córdoba 080La experiencia nos muestra que las personas somos muy impresionables por los extremos y por las opciones sesgadas. La toma de decisiones no está principalmente guiada por la moderación. Vivimos en un mundo repleto de falacias, prejuicios, experiencias disonantes o incoherentes…, algo así como un gran mercadillo donde habitan muchos personajes de diferente tipología. En él conviven vendedores de humo, farsantes, pseudocientíficos, fanáticos intolerantes, científicos reputados, personajes de poder, personajes que suspiran por el poder, profetas del miedo, seguidores, personas necesitadas de guía o de un líder y/o perdidas y, por supuesto, personas auténticas, preparadas, moderadas, con el suficiente temple para enfrentarse en este mundo complejo. Con tal diversidad de personajes, es complicado discernir adecuadamente donde está el equilibrio. La Historia nos ha mostrado hasta ahora que, ante este mundo complejo, los mensajes extremos o sesgados tienen más penetración y resonancia en las mentes de las personas. Ante las crisis sociales, los mensajes catastrofistas extremos (“Si vienen estos, será el fin de nuestros días de bienestar…”) o los mensajes revolucionarios positivos y supuestamente esperanzadores (“Yes, we can” o “Podemos”), son los que más impacto tienen en la psicología de las personas. ¿Alguien se ha parado a ver en detalle estos mensajes, qué implican, de dónde proceden, qué preparación necesitan y qué motivación y esfuerzo requieren? En principio no, dado que las personas nos vemos determinados por dos sistemas motivacionales fundamentales: el primero es el sistema del miedo y el segundo es el sistema de placer-recompensa. No hay emoción negativa más poderosa que el miedo para afectar la mente de muchas personas, algo de lo que la Historia ha sido y es testigo privilegiado. Por otro lado, las personas son también sensibles y susceptibles al cambio cuando hay mensajes altamente positivos, incluso más cuando permanecen en la fantasía. Cuando no pisas la realidad, el mensaje es indestructible porque no se puede contrastar con la experiencia. El placer y la recompensa mental de un mundo ideal son muy grandes.

Estos dos sistemas han constituido, bajo mi punto de vista, el motor de nuestros comportamientos y de los movimientos sociales más radicales y descontrolados. La ilusión y la fantasía de una raza superior sublime, la raza aria, llevó a Hitler y a todo un pueblo a destrozar a millones de personas. Nuestros propios miedos generan que destruyamos o eliminemos a otros porque piensen diferente o pongan en tela de juicio nuestra forma de pensar, de forma que sentimos que nuestra seguridad está en peligro. El punto de equilibrio está en la moderación, entendiéndola como ese punto en el que se ponen las cosas en una medida. Moderar, que procede de moderatio (lat.) y de su raíz más antigua indoeuropea med, de la que por cierto derivan otros términos como meditar, implica definir y actuar dentro de un intervalo de equilibrio. Así, para actuar de forma moderada o equilibrada, es necesario conocer nuestros miedos e identificar nuestras fantasías ilusorias sin fundamento. Es cierto que para que algo se produzca en la realidad externa, debe producirse primero en la mente; pero no es lo mismo fantasear que “cocinar” o trabajar dentro de la mente lo que queremos. La ilusión es una materia prima que debe ser cocinada dentro de la mente y se necesitan otros ingredientes y conocimientos. Todos podemos, sí, pero siempre que haya conocimiento, preparación, determinación, perseverancia, respeto, humildad, responsabilidad, temple y esfuerzo. Dedicar tiempo a conocer nuestros miedos y a desarrollar nuestras fortalezas es condición indispensable para realmente poder y no quedarnos en eslóganes tan impactantes como estériles.

El síndrome del gurú: el poder del criterio

Acabo de leer una noticia que me ha impresionado: “los seguidores de un gurú muerto lo meten en un congelador al creer que estaba meditando” (noticia en http://www.lavanguardia.com/internacional/20140314/54403626554/seguidores-guru-muerto-meten-congelador-meditando.html). Habiendo tenido un infarto certificado clínicamente por tres médicos, su círculo íntimo de colaboradores lo niega y hace una llamada al resto de seguidores para que mediten y aprovechen las buenas vibraciones del estado de meditación profunda del Gurú Ashutosh Maharaj. Obviamente, este caso extremo de locura grupal se puede entender como un trastorno psicótico compartido o “folie a deux”, en el que un grupo comparte una creencia delirante que se asume como verdad, pudiendo ser impuesta por alguien del grupo. Sin embargo, este hecho sorprendente y extraordinario, sirve para ilustrar la importancia del criterio en nuestras vidas, y cómo muchos falsos maestros usurpadores del criterio personal pueden destruir o secuestrar vidas fácilmente. En muchos de los cursos que he asistido y/o impartido a lo largo de mi vida, he detectado un perfil entre algunos asistentes que, de caer en manos de un supuesto gurú, podrían perder su criterio. El perfil se corresponde con personas sugestionables, empáticas, dependientes, idealistas, buscadoras de conocimiento, honestas, trabajadoras, necesitadas de reconocimiento y valoración, centradas en las necesidades de los demás más que en sus propias necesidades y con rasgos de inocencia, teniendo dificultad para ver dinámicas nocivas en las personas que idealizan. Por el contrario, los gurús que podemos denominar “usurpadores” o “ladrones” del criterio propio, presentan unas características distintivas y, en gran medida, complementarias con las de sus seguidores: gran capacidad de sugestión y seducción, explotadores y utilizadoras de las personas, pragmáticas y manipuladoras, más centradas en la fachada que el ser uno mismo, autocentrados en sus necesidades despreciando o ninguneando las de otros, maquiavélicos y con el sentimiento de ser únicos, elegidos y dignos de admiración, vanagloriándose de forma constante e induciendo a sus seguidores a que le admiren desmesuradamente.

A la luz de estas reflexiones, sólo nos queda preguntarnos si hay gurús verdaderos, y cómo prevenir y detectar la usurpación de nuestro criterio. Empecemos por lo último, aunque sencillo, no obstante difícil de detectar si alguien está ciego o abducido por un gurú, ya que negará por activa o por pasiva que esto le esté ocurriendo. La acción de un falso gurú se detecta por lo siguiente, básicamente:

1.- Es encantador al principio e, incluso, te engatusa, valorándote como nadie lo había hecho. Esta valoración inicial, se mantiene posteriormente, aunque ya intercalada con actos de reprobación de todo aquello que hagas, pero no esté de acuerdo a sus criterios. Esta dualidad en el mensaje, que esconde un condicionamiento de la valía– eres valioso, pero sólo si haces lo que te digo-, es característica de los grupos sectarios. De esta forma, se genera un sentimiento complejo, mezcla de agradecimiento y de imperfección con culpabilidad, semejante a lo que se siente cuando se establecen los dobles vínculos, témino que acuñó y conceptualizó el antropólogo Gregory Bateson; es decir, vínculos con mensajes contradictorios difíciles de asimilar por el receptor.

2.- Proclama que hay un conocimiento interno por descubrir, y  que su método es superior al de los demás para dicho descubrimiento. Es decir, este descubrimiento interno se produce con su método y sugiere, muy hábilmente, que el resto de métodos no son tan valiosos como el suyo.

3.- Tolera muy mal que alguno de sus seguidores se abra a nuevos métodos, o a nuevos criterios para ese descubrimiento interior, de forma que cuestiona o reprueba tales comportamientos de forma, o bien abierta, o bien sutil. Igualmente, reprueba o critica la búsqueda de validación personal con otras fuentes externas; por ello, los grupos sectarios terminan por ser cerrados, para que los seguidores no tengan acceso a otra validación personal de contraste.

4.- Normalmente, es muy celoso con su conocimiento, no mostrando abiertamente su origen, ya que sus seguidores podrían detectar que no es suyo, o que no es tan especial como proclama. El falso gurú, en ningún caso, acepta aprender de otro gurú o persona con conocimiento, ni acepta tener menos conocimiento que otros sobre alguna faceta de su especialidad. Por ello, nunca se perfecciona en público con el aprendizaje de nuevas facetas o disciplinas, porque en su fachada no puede mostrar que sabe menos que otro.

5.- Por último, y muy importante, el falso gurú con sus técnicas de adoctrinamiento, produce una pérdida o abandono de los propios criterios personales; el gurú puede proyectar su doctrina en los demás seguidores, de forma que éstos sientan que los pensamientos y criterios de su líder son criterios auténticos que, supuestamente, han descubierto en su interior. Esto es el efecto de sugestión o inducción por proyección, fácil de producir en las personas con el perfil mencionado.

Finalmente, sólo nos queda cuestionarnos  la existencia de los verdaderos gurús. Los gurús verdaderos, en realidad, no existen, tal como se conciben por la sociedad. El único gurú verdadero es el que llevas dentro, y que descubre y aprende de la experiencia. Los psicoterapeutas, “coaches”, profesionales o expertos, tan sólo son vehículos para que las personas puedan conducir sus vidas y definir sus propios criterios. Un “buen gurú” es el que facilita el “selfcoaching” o autoentrenamiento, facilitando que definas tus propios criterios en base a las fuentes de conocimiento que hay en la vida. Si alguien intenta usurpar tu capacidad de criterio, no es un buen gurú o maestro: el poder del criterio siempre te pertenece.

El desarrollo de la asertividad equilibrada

Con seguridad, alguna vez habrán escuchado algo sobre la asertividad. Hoy en día proliferan cursos para el desarrollo de la asertividad, impartidos por numerosos profesionales, desde gurús de las relaciones interpersonales, psicólogos, entrenadores personales o «coaches», consejeros, educadores, pedagogos, terapeutas… Curiosamente, la palabra «asertividad» no está registrada en el Diccionario de la Real Academia Española, aunque sí lo están otras palabras relacionadas, como aserción o asertivo/a. En inglés sí existe la palabra «assertiveness», transformándose en español mediante el anglicismo castellanizado “asertividad”. La asertividad, de cualquier forma, deriva del vocablo del latín “assertio”- aserción en español- que quiere decir “acción y efecto de afirmar o de dar por cierto algo”. Es decir, la asertividad se podría definir como la capacidad para afirmar o definir algo como cierto. En otras palabras, tiene que ver con una autoafirmación de un criterio definido por uno mismo y, por lo tanto, con una actitud de firmeza cuando alguien ha definido algo mediante un criterio propio. La asertividad, se desarrolla, se consolida y se pone a prueba a lo largo de la vida, en situaciones en las que aparecen presiones opuestas para que abandonemos nuestros criterios, o sigamos otros criterios, en contra de nuestra voluntad o criterio. Ciertamente, el temperamento influye en nuestra capacidad asertiva, así como las experiencias de seguridad y confianza en las interacciones sociales en nuestra infancia y adolescencia; pero su desarrollo no termina nunca, puesto que las presiones sociales y psicológicas siempre estarán presentes en la vida. Por ello, nunca es tarde para desarrollar nuestra asertividad, y cada experiencia es una oportunidad para ello. Las claves fundamentales son la identificación de estas puertas de oportunidad que se nos abren en la vida, y la puesta en marcha de un procedimiento de autoconocimiento y desarrollo personal en la interacción social. Voy a intentar resumir en 6 pasos un método para desarrollar la capacidad asertiva:

1)      Toma contacto con tu estado interno: el letargo psicológico y/o acomodación afectiva

Normalmente, la oportunidad de desarrollo de la asertividad, viene precedida de un estado de letargo psicológico o de acomodación afectiva a las experiencias. De esta forma, hay una sensación interna de comodidad monótona, en la que das por ciertos y aceptables, determinados patrones o interacciones sociales, aun sin estar de acuerdo con ellos. Puedes, en este estado, dudar de ti mismo, de tus convicciones, y supeditas o condicionas tus decisiones personales a factores externos (personas, presiones, opiniones ajenas…), que tienen gran poder sobre ti.  Esta fase se correspondería con un estado de anestesia psicológica en la que has cedido tu poder para experimentar una falsa comodidad. Como dice el refrán el “que no siente, no sufre”. Darse cuenta de esta fase implica el reconocimiento del letargo y de  una inquieta y monótona comodidad

2)      Identifica la falta de poder y autoridad sobre ti

Tras haber reconocido esta falsa comodidad, el siguiente paso es reconocer situaciones concretas en las que de forma ostensible o sutil, se te ha cercenado o te cercenas tu capacidad para decidir. Normalmente son situaciones asimétricas, en las que alguien te proyecta o te transmite una idea o un sentimiento, que tú aceptas o tomas como cierto sin ningún filtro, aun a pesar de que te duela o no estés de acuerdo. Normalmente, suele generar una cierta sensación de sorpresa incómoda, no sintiéndote libre para opinar lo contrario o de otra forma. Por ejemplo, esto puede ocurrir, cuando tu pareja da por supuesto y exige que sus peticiones deben ser correspondidas automáticamente, aunque veas que lo que te pide es desproporcionado e injusto. Lo mismo puede aplicarse en otros campos, como el trabajo o las relaciones familiares y sociales.

3)      Siente el miedo a la violencia que estás evitando

Normalmente, en estas situaciones asimétricas, en las que cedes tu autoridad a otra persona, hay unas dinámicas agresivas y violentas, desde un punto de vista afectivo, y, a veces, incluso en el comportamiento manifiesto. Probablemente percibes, aunque no eres consciente del todo, que manifestar o persistir en tu criterio va a generar una situación de alta o extrema violencia psicológica, apareciendo una dinámica potencialmente destructiva, y eso es desagradable. La evitación de esta dinámica afectiva, llena de ira y violencia, es uno de los factores que conduce a la paralización y al mantenimiento del letargo psicológico, sin afrontar las situaciones de forma asertiva.

4)       Siente tu estado interno real, sin presiones externas

No todo es violencia, ni agresividad, y enfrentarse a situaciones donde tu autoridad está dormida y donde la agresividad y violencia predominan, requiere de una ayuda. Esta ayuda no está fuera de ti, sino dentro de ti, aunque pueda haber personas que te faciliten su encuentro. Explora tu interior e identifica los vínculos afectivos de amor, los estados de tranquilidad y paz que has experimentado y puedes experimentar, así como tu determinación en momentos de tu vida. Estas herramientas son fundamentales para desarrollar tu asertividad. Dentro de ti, coge aquello que te ha producido bienestar genuino, desde el abrazo o cariño sincero de un familiar, de una pareja, de un amigo, hasta una conversación amistosa con alguien que quieres. Si te cuesta identificar, en este momento, alguna de estas experiencias, escoge algo muy fácil y universal; siente, por ejemplo, un momento en el que hayas respirado a gusto, o hayas paseado libre, explorando lo que te rodea, o simplemente un momento de satisfacción por existir. Siempre hay momentos de este tipo en  la vida de uno.

5)      Despierta y actúa: define y mantén tu criterio y retira el poder otorgado a otros

Ya has reconocido tu letargo, las situaciones opresoras, tus miedos y tu realidad satisfactoria. Ahora es el momento de ensayar, de entrenar en la vida real. Reconoce que el que define el criterio, en tu vida, eres tú, y nadie más. No importa tanto si tu criterio es o no el mejor; lo que importa es que la autoridad la tienes tú, tanto para acertar como para equivocarte, como incluso para ceder voluntariamente tu autoridad a otra persona. Es paradójico: la autoridad para ceder tu autoridad es tuya, y sólo tuya. La cesión de autoridad no es incondicional; si cedes tu autoridad, es de forma operativa porque reconoces que es positivo para la situación. Pero si ves que con la autoridad se abusa o se contradicen los criterios acordados, inmediatamente retiras el poder. Esto es ser asertivo. Cuando actúas, verás agresividad y que la gente intenta hacerte dudar y hacerte sentir culpable o que estás rompiendo algo prohibido o aceptado; tómalo como un criterio de que estás actuando correctamente. Tener un criterio propio implica estas sensaciones. Ese estado ya no es de acomodación. Empiezas a experimentar una incertidumbre y una curiosidad en tu vida. Es como una comodidad curiosa, estás despierto con todos tus sentidos y con incertidumbre vital pero con una tranquila seguridad.

6)      Sé humilde en tus convicciones y con tus criterios

La asertividad equilibrada se asienta sobre una base firme, en la que defines tus criterios, sabiendo que pueden no ser los mejores; pero reconoces que lo importante es el hecho de decidir tus criterios y tu vida. No obstante, sé humilde con tus criterios y convicciones,  busca afinidades y reconoce los criterios y convicciones de los demás como tan válidos como los tuyos. Sé curioso con los criterios de los demás, interésate por ellos y trata de buscar puntos en común con los tuyos. Estas actitudes así desarrolladas te ayudarán a ejercitar tu poder y ser asertivo, integrándote con las otras personas del mundo y con sus criterios y convicciones.

El poder de la humildad

Cuando en la vida nos acostumbramos al éxito, se produce una adicción tal a esta experiencia, que en el ímpetu de seguir o ascender todavía más en la senda exitosa, podemos descarrilar con estrépito. Este descarrilamiento se puede producir en muchas facetas de la vida: el gobernante-estadista que conduce a un país con éxito, tiende a creer en su infalibilidad y certeza en todas sus acciones futuras; el inversor en bolsa que acumula grandes plusvalías en años, tiende a creer que sus análisis son perfectos y que siempre lo serán; el constructor que ha vivido grandes años de bonanza económica, cree que su negocio es una fuente ilimitada de ingresos y que siempre lo será. Cuando la evidencia trastoca por completo los planes de uno, la experiencia es dolorosa y suelen pasar dos cosas: o bien, aparece el miedo y el pánico, creyendo que es el fin del mundo y que nada volverá a ser como antes, desconfiando hasta de uno mismo; o bien uno se empecina y se autoafirma en su posición de centralidad, negando las evidencias y rechazando revisar los propios planteamientos, por si fueran inadecuados o incorrectos. En este último caso, la sensación de (pseudo)seguridad en uno mismo es tal, que no es posible ver otras posibilidades; el recuerdo del éxito nubla la conciencia. Ante este panorama, parece difícil encontrar una solución. Para vivir, se necesitan conocimientos, temple, determinación, persistencia y  convicción en lo que hacemos. La pregunta es cómo desarrollar la propia convicción sin descarrilar. El mundo es como el mar, bello y gratificante, lleno de vida, pero también con parajes donde habitan voraces depredadores- como los tiburones- ante los cuales la vacilación es mala compañera. ¿Es posible vivir con convicción en lo que haces, sin ser un depredador, o sin que tu propia convicción te ciegue?

Se dice que la humildad es una gran virtud, y que implica un conocimiento de las propias limitaciones y debilidades que acompañan a nuestras aptitudes y/o virtudes. Es algo así como el contrapeso de nuestras ambiciones, aspiraciones, deseos, metas y propósitos. Igual que en Física la fuerza centrípeta “equilibra” y posibilita una trayectoria circular ajustada, la humildad equilibra otras fuerzas de la Naturaleza humana como la codicia, la necesidad de poder, la ambición o la adicción al éxito. Humildad es un término que proviene de humilitas (del latín), que a su vez deriva de la raíz humus; es decir, hace referencia a partes “bajas” en el suelo, pero que curiosamente son las partes que aportan fertilidad a la tierra. Es gratificante comprobar la belleza de una planta o el sabor de sus frutos, pero no somos conscientes de que gran parte de ello se está generando en el humus. De igual forma, el cultivo de uno mismo, comienza en el suelo y no en las partes “visibles”, ostentosas, pero frágiles sin los micronutrientes psicológicos apropiados. En el suelo se encuentra la humildad; es más fácil dejarse seducir por las partes relucientes, pero la belleza se apaga o deteriora si no se presta atención debida a la humildad. El cultivo de la humildad se realiza a partir de dos tareas fundamentales:

a.- La toma de contacto con el “reflejo de poder”, o reflejo fruto de necesidades emocionales insatisfechas; se trata de una engañosa sensación de que uno puede con todo y de que quiere éxito a toda costa. A diferencia del poder equilibrado por la humildad, el reflejo de poder aparece de forma incongruente con otros aspectos de uno mismo y fuera de nuestra conciencia: tiene que ver con la experiencia de insaciabilidad y de adicción al poder. Así, por ejemplo, el estadista que ha gobernado con éxito se siente insaciable y quiere pasar a la Historia y ser alguien único, cometiendo entonces errores desde su necesidad insatisfecha; o el inversor exitoso en los Mercados Financieros, se plantea el reto de subir más niveles de rentabilidad, arrastrado por su necesidad de más poder y éxito, cometiendo entonces errores infantiles fruto de su codicia, arruinándose o llevando a otros a la ruina.

b.-  El cultivo de la humildad, no como freno o desvalorización, sino como elemento regulador de otras emociones y fuerzas intensas de la naturaleza humana, es el siguiente paso. Parte del trabajo está en el recuerdo del paso anterior, haciendo un seguimiento del “reflejo de poder”; la otra parte tiene que ver con el desarrollo de una actitud vital algo así como: “Pon toda tu energía por el éxito y el triunfo en lo que hagas, pero con humildad: el mayor éxito es existir y desarrollar tus potencialidades; lo demás es accesorio”